Ana Lucy Villamil Cortes[1]
La pandemia del coronavirus ha resultado devastadora para la salud pública, los gobiernos tratando de orientar sus esfuerzos en controlar la curva de contagio, han decretado medidas de confinamiento y cierre parcial del sector productivo, que han desatado una crisis económica de grandes proporciones.
Las empresas se han visto obligadas a actuar bajo presión y han tomado decisiones en el menor tiempo posible para sobrevivir en el mercado. Las medidas adoptadas se han basado principalmente en proteger los flujos de caja, enfocándose en el servicio o producto que genere la mayor fuente de ingresos y en renegociar contratos existentes, buscando un beneficio para las partes, en el marco de la crisis [1]. Lo anterior, no podría equiparase con medidas de adaptación sino de choque, que han sido inmediatas, improvisadas y motivadas por un instinto de supervivencia.
Parece ser entonces que el punto de partida no es la aplicación del concepto limitado a la adaptación per se, sino enfocado desde una mirada sistémica, asociada a una decisión producto del entendimiento de la situación adversa y del análisis situacional tanto del sector productivo, como de la propia empresa y su cadena de valor, sin desconocer por su puesto las tendencias de proyección del negocio en materia de ciencia, tecnología e innovación.
Esta propuesta, puede ser un insumo acertado que genere esquemas indicados para el contexto particular, con planes de acción flexibles, capaces de responder gradualmente y en forma intencional, a los impactos que se viven en la actualidad, mientras se prepara un escenario para un futuro incierto de cambios continuos. La adaptación desde esta perspectiva se perfila como el camino hacia la sostenibilidad de las empresas y el aprovechamiento de la crisis para mejorar sus procesos y su capacidad de resiliencia.
Algunas empresas se han limitado a crear estrategias que funcionan bien cuando no hay obstáculos
Es probable que en el futuro además de pandemias, también exista la posibilidad de propagación de un cibervirus y la inestabilidad que podría incrementar el calentamiento global o las tensiones sociales por la desigualdad que va en ascenso [2]. La adaptación implica hacer una reestructuración de la empresa de forma tal que apropie dentro de sus procesos, la capacidad permanente de funcionar en circunstancias alteradas.
Se habla entonces de atributos que ya deben estar inmersos en las organizaciones: flexibilidad, versatilidad y resiliencia. En la nueva realidad, se hace necesaria la virtualidad, como una transición inevitable, donde la dimensión física pierde valor.
El trabajo en casa se posicionará, pero bajo un esquema combinado con el trabajo en oficina que ahora pasa a un segundo plano y se convierte tan sólo en una alternativa. El estado líquido en este contexto se impone “los líquidos fluyen, rellenan todos los espacios disponibles, se adaptan a las formas del entorno”. El sector productivo entrará en la dinámica de estar en capacidad de depender de diferentes fuentes y adaptarse adecuadamente a la realidad del momento en periodos cortos de tiempo [3]
Por otro lado, el impacto del Covid 19 en la economía mundial ha sido tan devastador que ha puesto en evidencia los débiles sistemas de gestión de riesgos al interior de las empresas y cadenas de suministros. Se han vuelto protagonistas algunos riesgos asociados a la situación financiera, la salud y la seguridad de los empleados. En el proceso de identificación de riesgos, las empresas en general no consideraron el riesgo de la pandemia, no obstante, la propagación de enfermedades infecciosas aparece como uno de los 10 primeros riesgos en términos de impacto en los últimos cinco años (con excepción del 2017).
La causa asociada podría ser la falta de sistemas de información eficientes en las empresas o el haber subestimado el impacto que podría llegar a tener la pandemia, lo cual conllevó al desafortunado tratamiento de la amenaza que no se supo valorar, controlar ni mitigar [4]. Lo anterior evidencia un vacío en la dinámica empresarial, relacionado con la gestión de la información y el conocimiento, que en la actualidad se convierte en uno de los activos más importantes de cualquier compañía y materia prima para su adaptación en un entorno cambiante.
Ante este panorama, los sistemas de gestión de investigación, desarrollo tecnológico o innovación I+D+i, aparecen como una alternativa viable, que enmarca la realización de actividades y proyectos, que fortalecen las capacidades tecnológicas de las empresas y facilitan su transformación en organizaciones más resilientes.
Cuando las empresas se orientan hacia este horizonte y lo hacen de manera sistemática, a través de estándares definidos, con un centro de costos asignado estratégicamente y un enfoque claro en la innovación con resultados tangibles, se convierten en empresas altamente innovadoras – EAI, lo cual les da un estatus privilegiado que les permite entre otras cosas, gestionar de una manera eficiente los efectos adversos derivados de crisis como la que estamos viviendo [5]. Se empiezan a vislumbrar conceptos transversales como ciencia, tecnología, innovación, gestión ambiental, gestión de riesgos y ciberseguridad, que no deberían ser ajenos a las actividades misionales de cada organización.
Considerar las transformaciones que debe realizar una empresa para absorber el estrés generado por la pandemia, se puede convertir en una ventaja competitiva y en una oportunidad para mitigar el riesgo. De esta manera las compañías pueden ser más resilientes y al tener la posibilidad de interactuar con otros actores del ecosistema, fortalecen el tejido empresarial [2]. La resiliencia es un indicador que generalmente se pasa por alto en el mundo de los negocios, sin embargo, ha cobrado valor en la actual situación de incertidumbre generada por la pandemia, al motivar empresas y sistemas de apoyo a que salgan de su zona de confort basados en el cambio y la experimentación constantes.
Finalmente, el nivel de incertidumbre que aún persiste frente a la evolución de la pandemia tiende a nublar la comprensión de los conceptos y las mejores alternativas para salir adelante. Está claro que las ventajas competitivas van a girar alrededor de la capacidad de adaptación de cada una de las organizaciones, la forma en que se reinventan y la innovación en sus productos y/o servicios, de cara a unos consumidores que también sufren los efectos del Covid-19, cuyas necesidades y prioridades, han cambiado.
[1] | Aparicio, Santiago, «Cómo pueden las empresas sobrevivir en el marco de la pandemia del covid-19,» FORBES, pp. https://forbes.co/2020/03/20/red-forbes/como-pueden-las-empresas-sobrevivir-a-la-crisis-del-covid-19/, 2020. |
[2] | Reeves, M., Whitaker, K., «A Guide to Building a More Resilient Business,» Harvard Business Review, pp. https://hbr.org/2020/07/a-guide-to-building-a-more-resilient-business, 02 July 2020. |
[3] | Enrique Dans, «We’re Going To Be Living In A Liquid World,» FORBES, pp. https://www.forbes.com/sites/enriquedans/2020/05/25/were-going-to-be-living-in-a-liquidworld/#dc9e6622acf0, 2020. |
[4] | W. E. Forum, «The Global Risks Report 15th Edition,» Marsh & McLennan Zurich Insurance Group, Ginebra, 2020. |
[5] | M. -. Colombia, «Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación,» 2020. [En línea]. Available: https://minciencias.gov.co/portafolio/reconocimiento_de_actores/empresa-altamente-innovadora. [Último acceso: 26 08 2020]. |
[1] MSc. Gestión Ambiental. Esp. Gerencia de Mercadeo. Ing. Agroindustrial. analucyvillamil@hotmail.com